Dieta, remedios y opciones naturales.

Cirrosis

El tratamiento de la cirrosis hepática es indicado por un gastroenterólogo o hepatólogo según la causa, los síntomas y la gravedad de la enfermedad, pudiendo recomendarse el uso de medicamentos, una dieta adecuada o el trasplante de hígado en los casos más graves.

La cirrosis hepática es una inflamación crónica del hígado caracterizada por la formación de nódulos y tejido fibroso, que interfiere con el funcionamiento de este órgano y puede ser causada por el consumo excesivo de alcohol o el uso crónico de medicamentos, por ejemplo. Conozca otras causas de cirrosis hepática.

Esta enfermedad no tiene cura y su tratamiento es complejo e individualizado, siendo importante iniciarlo lo antes posible para evitar que la enfermedad empeore y prevenir complicaciones.

Cómo se realiza el tratamiento.

Las principales opciones de tratamiento para la cirrosis hepática que puede recomendarle su médico son:

1. Uso de medicamentos

El uso de medicamentos para tratar la cirrosis hepática puede variar según la causa, los síntomas y las posibles complicaciones, por lo que el médico puede recomendar:

  • Antirretroviralessi es causada por los virus de la hepatitis B y C;
  • Corticosteroides o inmunosupresores.cuando ocurre por hepatitis autoinmune;
  • Ácido ursodesoxicólico y ácido obeticólicocuando la cirrosis es causada por colangitis biliar primaria;
  • Quelación de cobrecuando se debe a la enfermedad de Wilson;
  • quelación de hierrocuando es por hemocromatosis;
  • Diuréticosen los casos en que hay una gran acumulación de líquido en el cuerpo;
  • colestiraminarifampicina, naltrexona o sertralina, en casos de picor intenso en la piel.

Además, también puede estar indicado el uso de analgésicos para aliviar el dolor abdominal, los cuales deben tomarse según las indicaciones del médico, ya que pueden interferir en el funcionamiento del hígado.

2. Dieta para la cirrosis

La dieta para la cirrosis hepática debe ser indicada por el nutricionista de forma individual, pudiendo variar según el estado de la enfermedad, es decir, si está compensada o descompensada.

Sin embargo, en general se recomienda la abstinencia de alcohol, independientemente de si es o no el agente responsable de la cirrosis, y una dieta sana y equilibrada, que incluya de 6 a 7 comidas al día.

Es importante incluir una comida antes de acostarse, que debe contener carbohidratos complejos y proteínas, ya que esto reducirá las horas de ayuno y evitará la pérdida de masa muscular. Vea cómo debe ser la dieta para la cirrosis.

3. Trasplante de hígado

El trasplante de hígado es recomendado por el médico en casos más graves, cuando la cirrosis hepática está descompensada, el hígado está gravemente comprometido y deja de funcionar correctamente, o cuando el tratamiento farmacológico no es eficaz. Este tipo de tratamiento también puede estar indicado en los casos en que el hígado esté afectado por un tumor.

Una vez indicado este procedimiento, es necesario esperar en la cola de donaciones, ya que sólo después de encontrar un donante se programará la cirugía de trasplante. Comprenda cómo funciona el trasplante de hígado y cómo es la recuperación.

Que medico consultar

El mejor médico para evaluar la cirrosis hepática y recomendar el tratamiento más adecuado es un hepatólogo. Sin embargo, también es posible consultar a un gastroenterólogo o incluso a un médico de cabecera, quien puede derivarlo a un hepatólogo si es necesario un tratamiento más especializado.

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Complicaciones de la cirrosis hepática.

La cirrosis hepática debe tratarse tan pronto como se realiza el diagnóstico, ya que puede causar complicaciones como la ascitis, que es la acumulación de líquido en el abdomen y que se desarrolla porque aumenta la presión en la arteria hepática, haciendo que los vasos sanguíneos se compriman. . Para revertir esta complicación son necesarios medicamentos y paracentesis. Vea más sobre cómo se realiza la paracentesis.

Otras complicaciones de la cirrosis hepática pueden ser las várices esofágicas, que se producen por la rotura de los vasos sanguíneos del esófago, provocada por el aumento de presión, y la peritonitis, que es la inflamación de la membrana que recubre el abdomen. También pueden surgir complicaciones cerebrales y pulmonares debido a una disminución del oxígeno en la sangre.